Sí, hoy hablaré de ternura. Esa que tanto necesitan los corazones endurecidos por el odio, la mentira, el dinero.
La ternura todo lo hace más suave, más blando, más cercano. Reaviva lo que parecía que ya estaba apagado.
La ternura es el centro del amor, un principio básico para la convivencia y es el arma más poderosa para combatir los desencuentros y las batallas de cada día.
Ser tierno es ser humilde, flexible, cercano. Solo se somete al amor y a la entrega.
La ternura es la cualidad del brote recién nacido y también lo es el fruto maduro. Por eso, los niños y los ancianos despiertan en nosotros esa ternura que siempre nos aguarda dentro.
Pero la ternura, como piensan algunos, no es sinónimo de debilidad. Decía Oscar Wilde que en el arte como en el amor es la ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra sin barreras, sin miedo.
Estamos rodeados de personas tiernas, que cada día se proponen ayudar y hacer que los demás tengan una vida más fácil, que el mundo sea más humano. No son personas famosas, son anónimas pero su misión en nuestra sociedad es fundamental, básica, imprescindible.
Lo dice la periodista Ángela Becerra: “Ellos y muchos, muchísimos más, son la buena gente, la que cada día apuesta por el lado bueno de la vida. Saben perfectamente que lo que hacen no les va a producir nuevos ingresos, ni va a mejorar su historial. Ninguna televisión comentará sus actos; jamás serán noticia.
Dan porque dando se resuelven en belleza, se curten en dignidad, se elevan en ética. Ellos, con sus mínimos actos, dignifican el brillo y la vibración de pertenecer a la raza humana. Hacen profundo y fácil cualquier contacto, y por eso la crisis les afecta menos. Son de los que aún creen en el pegamento más solvente, cálido y potente que existe: el pegamento humano”.
Durante muchos años se ha instalado la idea que la ternura encierra una connotación solamente femenina o al menos, escasamente masculina. La realidad es que la ternura atañe tanto al hombre como la mujer en su calidad de personas. Ambos estamos llamados a construir una cultura de la ternura. Esto redundara en un mundo más habitable, mas humano, en definitiva mejor.
«La ternura no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor.” Papa Francisco