Estos días de acuerdos, de pactos entre unos partidos y otro, me vuelvo a preguntas ¿Qué es la honestidad? ¿Quién queremos que nos gobierne?
Yo personalmente prefiero antes que todo a personas buenas que sean capaces de luchar y gobernar por los ciudadanos y no intenten crecer de las cenizas y los despojos de nadie. Que basen su política en construir no destruir.
Kant, que era un hombre de una gran honestidad personal, consideraba que este valor no sólo podía hacernos felices, sino que también permitía que la sociedad funcionara correctamente. “No hay mejor política que la honradez”, decía.
Tanto en política como en el suceder diario, Hay mucha gente deshonesta que logra “sobrevivir y triunfar” pero su vida es una farsa. Una de las cosas más tristes de esta vida es no poder ser lo que se aparenta y vivir siempre con la angustia de ser descubierto.
Debemos fijarnos en la honestidad de la naturaleza. Cada planta y cada animal expresa lo que es, sólo el hombre miente y engaña. Tal vez los niños son naturalmente felices porque son naturalmente honestos.
Todos estamos capacitados para reconocer qué acciones son buenas y distinguirlas de las malas: nos lo dice nuestro pensamiento y nuestro corazón. Tan solo tenemos que pararnos a escucharlos-
Esa capacidad se conoce como “conciencia moral”. La honestidad consiste en vivir y expresar esa conciencia en cada momento, no mantener nada oculto, dar importancia a la verdad, ser transparentes para nuestros semejantes, no escondernos nada a nosotros, ni a las demás personas.
En otro sentido, la honestidad significa no querer apropiarnos de algo que no hemos conseguido o que le pertenece a otro. Al compartir ese valor estamos creando un ambiente de confianza y progreso, con la familia, con los compañeros, con los amigos. Desde aquí te invito a que lo hagas y que incites a los demás a que te sigan.
La vida diaria contiene infinidad de situaciones que ponen a prueba la honradez de las personas. Pagar nuestras deudas, cumplir una promesa, no aprovecharnos de los demás, hablar con la verdad, no apropiarnos de cosas que no nos pertenecen, no engañar a los otros para obtener una ventaja; tales son algunas de las manifestaciones de este valor. Pero ¿qué sucede cuando vemos a nuestro alrededor a personas que mienten, roban y hacen trampa sin que nadie les diga nada? ¿Por qué tenemos que ser honestos si hay quienes no lo son? ¿Por temor al castigo? Como ya dijimos, la honestidad es una decisión personal. Quizá haya quien actúe honestamente para que no lo sancionen, lo regañen o lo encarcelen; sin embargo, los hombres y las mujeres realmente honestos actúan porque saben que este valor los hace mejores como personas, les permite estar en paz con su conciencia y los convierte en individuos confiables e íntegros ante los demás y ante sí mismos.
La tranquilidad es una las mayores conquistas en mi vida. La mejor forma de conseguirla es coger siempre la verdad y actuar conforme a ella. Es un camino recto que, con gran rapidez, nos conduce a los mayores logros. A veces se tarda más en llegar pero es preferible no tomar atajos que nos destruyan y nos hagan sentir escoria.
La mentira es un camino lleno de curvas, piedras y baches. Además, lo que se consigue a través de ella, no dura. Es como un auto defectuoso que a los pocos kilómetros deja de funcionar.
Para mi la honradez es sabiduría y para terminar os dejo un comentario de Marcel Proust que no tiene desperdicio:
“El destino final del camino de tu vida es la sabiduría, que es el grado más alto y profundo de conocimiento, perspicacia y comprensión. Te proporciona la más amplia perspectiva vital, el propósito de la vida y las lecciones que has de aprender a lo largo de ella.
Cuando encuentras tu sabiduría, vives en la luz”.